viernes, 25 de agosto de 2017

Patria de Fernando Aramburu


Título: PATRIA, de Fernando Aramburu
Editorial: TUSQUETS EDITORES. ISBN: 9788490663196

Sé que a estas alturas decir que la novela de Fernando Aramburu, Patriaes uno de los grandes acontecimientos literarios de los últimos meses no descubre nada. De cualquier modo, me apetece repetirlo. El texto trata de dos familias vecinas y amigas en un pueblo de Guipúzcoa. En el seno de una de ellas emerge un terrorista; en el de la otra se sufre un asesinato. Miedo, cobardía, prejuicios, desencanto y mucha literatura descubrimos a pesar de que a priori el tema parecía alejarnos de la implicación lectora. Sobre el título, contaminados como estamos de tanta ideología, parece que causa resquemor si no lo miramos desde la equidistancia, término algo cobarde, lo sé. Referente a la obra de Aramburu me han llegado diferentes comentarios desde todas las posiciones, pero las más contundentes vinieron de aquellos que no la habían leído. ¿Curioso? En absoluto. Nos conocemos. Alguien me dijo que le dijeron que se trataba de una obra oportunista. Yo diría que es atemporal y, por ello, paradójicamente, ubicada en su tiempo. Si hubiese aparecido, de haber estado ya escrita, veinticinco años atrás, hubiese sido ejemplarizante, pero sin duda el autor hubiese arriesgado la vida, y no creo exagerar. De cualquier modo, es una obra necesaria. Es, además, una lente de extrema definición, lo cual podría llevarnos a rectificaciones que no siempre nos permite el orgullo.
Planteó Juan Soto Ivars la posibilidad de convertirla en lectura obligatoria en las escuelas. ¿Por qué no? Si así fuese, creo que revelaría el despiste de sectores que se han postulado como progresistas. Sería divertido observar cómo aquel padre se emociona, y más divertido ver a aquel otro calificando a la obra y al profesorado de tendenciosos.
            Si socialmente la obra de Fernando Aramburu marca un punto de inflexión, literariamente no aporta menos. Yo destacaría, tanto en la narración como en los diálogos, la capacidad de aproximar el mundo literario al real, pero también destacaría el paso inverso, el del mundo real al literario. De cualquier modo, la conjunción es intachable. Sobre los aspectos técnicos, sin más, el autor se aleja de barroquismos y se queda en la médula de lo esencialmente comunicativo al tiempo que literario.
Entre los recursos destacados, sorprende esa sintaxis que no precisa completarse con las palabras del narrador, sino que se completa con las palabras y los conceptos que aportará cualquier experiencia vivencial de los lectores. Leemos:
«Qué mala suerte, ¿por qué a mí?, etcétera». (Pág. 85)
«Una discusión seguía a la otra. Días y más días sin dirigirse la palabra, intercambiando miradas de desprecio, odio, asco, cuando no había más remedio que mirarse. Pero los niños. Pero las ataduras económicas. Pero la casa comprada entre los dos». (Pág. 86)
Otra de las características de la voz narradora, entre tantas que podríamos señalar, es la funcionalidad de la prosa, sin contemplaciones a la disquisición ralentizante de los hechos, en ocasiones será un objetivo logrado a través del narrador indirecto libre:
«Y no dejaba de hablar. Parecía drogado. A Joxe Mari, las doce, la una, la habitación llena de humo de cigarrillos, ya le estaba tocando los huevos con tanta charla. Es que no paraba: planes, expectativas, recuerdos del pasado, anécdotas del pueblo». (Pág. 274)
La funcionalidad a la que nos referimos no se puede limitar al plano estético, sino que nos ahorra aspectos que en la lectura deseamos evitar y lo agradecemos porque permite al narrador seguir avanzando sin dejarnos la sensación de habernos perdido absolutamente nada. Voz narradora al más puro estilo de Tiempo de silencio:
«No le dijeron. No sabía. Soy el hijo. No precisó de quién. No hacía falta. Se lo debieron de notar en la expresión de la cara. (…) O sea que aquí ha sido. No sabía. No le dijeron. En su pensamiento se dibujaron las huellas rojas en forma de suela de zapato por el corto trayecto hasta la casa de sus padres. ¿O ahora solo de su madre?». (Pág. 368)
            Los cambios inesperados y fluidos en la voz narrativa, dentro del mismo párrafo, sería otra apreciación destacada en el estilo de la novela, otra prueba del buen ensamblaje entre fondo y forma.
Sobre los diálogos, no menos precisión que para el aspecto narrativo. Estos jamás entorpecen el desarrollo de la acción ni la interrumpen; por el contrario, la complementan con exactitud.
Acercándonos a los diferentes temas que despuntan en la novela, tal vez sea el miedo uno de los más destacados. En Patria, entendemos que el miedo puede ser gradual y de distinta intensidad, que el miedo puede llevar a algunos personajes al cambio de domicilio, poco menos que a esconderse, pero hay otro miedo que pretende acompasar a otros personajes al ritmo de quienes lo generan, hasta puede el miedo, manifestándose en forma de invisibilidad, evitar la presencia de una hija en el funeral de su padre, aunque esta no haya sido amenazada. Así pues, tanto el aspecto social, como el individual, no menos el literario, se desbordan en la novela del autor vasco.
de la lectura surgen preguntas inevitables: ¿cuál es la perspectiva real del autor? ¿Nos embarca en una historia sin condicionantes previos? ¿Existe una tesis de la que nos impregnamos página a página? ¿Es una moraleja la escena final? De cualquier modo, el lector se siente libre para interpretar los acontecimientos narrados. Pero si buscamos la voz de Aramburu, tal vez la encontremos a partir de la página 551. Aprovechando un evento eslabonado en la historia, sale al estrado un escritor del que no creo arriesgado decir que se trata del alter ego de Fernando Aramburu. Considero que el peso de la autoría de Patria podría exigir sobre la presencia del narrador, la del autor, y por ello este no se esconde, aunque se le oiga en el nombre de un personaje. Dice:
«—Y este proyecto de componer, por medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por la banda terrorista surge en mi caso de una doble motivación. Por un lado, la empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas contra el Estado de Derecho».
Desde mi parecer, quiero decir que sería del todo injusto considerar que Patria es algo parecido a un panfleto o al típico producto que nace del oportunismo. La novela lleva consigo el peso sólido y caliente de la gran literatura, además de que en ella se impregna esa pedagogía que nos puede hacer mejores. Leamos:
«—Procuré evitar los dos peligros que considero más graves en este tipo de literatura: los tonos patéticos, sentimentales, por un lado; por otro, la tentación de detener el relato para tomar de forma explícita postura política».
            A todo ello nos seguimos preguntando sobre la tesis de la novela. Dudo de que el abrazo final entre los dos personajes representativos de la novela cierre las posibilidades de la obra. Me atrevería a decir que la tesis transciende lo simbólico del abrazo y nos traslada a la posibilidad de que un ambiente determinado —odio, misticismo ideológico…— se convierta en la carcoma que pretenda minar las relaciones humanas y la misma vida. Diría que la tesis coincide con la reflexión final del etarra encarcelado cuando este valora su trayectoria vital y se siente abandonado y engañado. ¿Quién le devolverá su vida? ¿Quién se la devolverá a tantos asesinados?
            Acérquense al relato de Aramburu. Créanme, vale la pena. Vale.

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