lunes, 14 de noviembre de 2016

Comentario del poema Noche oscura




Contextualización
 
Segunda mitad del S. XVI
Presencia de la Biblia
Simbolismo religioso
Las tres vías de la mística




«Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene saber aquí que el alma las dice estando ya en la perfección, que es la unión de amor con Dios, habiendo ya pasado por los estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del camino estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt. 7, 74), por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta alta y dichosa unión con Dios. El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de la dicha canción». 

                              San Juan de la Cruz, Declaraciones en prosa de los poemas mayores.


Noche oscura

Canciones del alma que se goza de haber
llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino
de la negación espiritual.

1. En una noche oscura                                    5. ¡Oh noche que guiaste!
con ansias, en amores inflamada,                        ¡Oh noche amable más que la alborada:
¡oh dichosa ventura!                                             ¡oh noche que juntaste
salí sin ser notada,                                               Amado con Amada.
estando ya mi casa sosegada.                              Amada en el Amado transformada!

2. A oscuras, y segura,                                      6. En mi pecho florido,
por la secreta escala disfrazada,                           que entero para él sólo se guardaba,
¡Oh dichosa ventura!                                            allí quedó dormido,
a oscuras, y en celada[1],                                         y yo le regalaba,
estando ya mi casa sosegada.                                y el ventalle de cedros aire daba.

3. En la noche dichosa                                     7. El aire de la almena,
en secreto, que nadie me veía,                             cuando yo sus cabellos esparcía,
ni yo miraba cosa,                                                con su mano serena
sin otra luz y guía,                                                en mi cuello hería,
sino la que en el corazón ardía.                            y todos mis sentidos suspendía.

4. Aquésta me guiaba                                      8. Quedéme, y olvidéme,
más cierto que la luz del mediodía,              el rostro recliné sobre el Amado;                       a donde me esperaba                                        cesó todo, y dejéme,
quien yo bien me sabía,                                     dejando mi cuidado
en parte donde nadie parecía.                             entre las azucenas olvidado.






Introducción

Se trata de una composición de carácter religioso, de San Juan de la Cruz. En la segunda mitad del S. XVI, en pleno Renacimiento español, asistimos a una eclosión del tema religioso, en este caso, de la mística.

Tema
La experiencia del Alma al unirse con el Esposo, es decir, con Dios.

Estructura externa
Nos encontramos con ocho liras compuestas por San Juan de la Cruz. Sobre el origen de esta estrofa, en España y en Italia, se pueden consultar los comentarios anteriores dedicados a Garcilaso de la Vega y a Fray Luis de León. La estructura que sigue la composición es la regular: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B, con rima consonante. Añadamos el predominio de rima pobre en algunos versos de las estrofas 4, 6 y 7.

Estructura interna
A través de los versos del poema de San Juan, podemos observar las tres vías propias de la poesía mística: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva. La primera vía se corresponde con la primera parte, que abarcaría las dos primeras liras. La vía iluminativa la encontraríamos en las estrofas tercera y cuarta. Llegados a la quinta, asistimos a la entrada en la vía unitiva, es decir, en la manifestación de la unión con Dios, con lo cual las exclamaciones nos dan el grado de gozo de dicha unión; sección que llegará hasta el final de la composición. La experiencia mística alcanza desde la quinta lira la máxima intensidad, que se prolongará hasta los últimos versos.
 

Análisis
El poeta nos cuenta la experiencia del Alma cuando sigue y logra la unión con Dios. Para ello en la primera estrofa trata de ubicarnos en un contexto alejado de toda visión humana, por lo que el poeta utiliza el epíteto «noche oscura», o la expresión «salí sin ser notada». El alma sigue los pasos que cualquier dama seguiría en pos del encuentro con su amante, como huir de casa por la noche. Desde los primeros versos están presentes las alusiones al amor humano para poder mostrar las pruebas del amor divino. Enlazando con lo apuntado, tengamos en cuenta también el epíteto «dichosa ventura».
            Llama la atención el tercer verso, de donde extraíamos el adjetivo anterior: «¡oh dichosa ventura!», pues interrumpe la breve narración iniciada en los versos anteriores, y a modo de inciso queda encastado en la lira, pero ya en el cuarto verso, se retoma la oración de los versos anteriores. Además de representar un estribillo, pues también lo encontramos en la segunda lira, este tercer verso anticipa las exclamaciones que observaremos en la quinta estrofa. Todos ellos aportan un valor retórico que trata de aproximarnos la alta experiencia a la que el alma se siente llamada. La exclamación, como otros recursos que manejan conceptos imposibles (paradoja, oxímoron) buscan ofrecer lo que el lenguaje humano no es capaz.
            Trasladados desde el plano simbólico, los términos utilizados en la primera lira, tales como  «noche» y «casa», son metáforas que se corresponden con una situación compleja propensa a los conflictos humanos y las pasiones, es decir, un camino de superación, para la primera palabra, y el significado de cuerpo, para la segunda.
            Ya en la estrofa siguiente nos reencontramos con el sintagma «a oscuras», reforzado por su presencia anafórica, tanto en el verso seis como en el ocho, pues el poeta pretende insistir en esa clandestinidad que protegerá el encuentro entre los amantes; idea que queda reforzada por otros adjetivos, «secreta» y «disfrazada».
            Los últimos versos de las dos primeras liras actúan, como ocurría con los versos 3 y 8, a modo de estribillo, lo cual nos conduce hasta la poesía de raigambre popular, pues nos encontramos con una pieza ecléctica que se mueve entre lo nuevo de la métrica y lo característico de lo popular.
            Destacamos la insistencia, una vez más, en lo referente a noche y a secreto, en la tercera estrofa. La novedad la encontramos en la metáfora «luz», que actúa como la antítesis tras la insistencia de «noche». Entrados en la vía iluminativa, la «luz» del verso 14, como metáfora, alude a la presencia divina. Esta lira nos muestra el paso siguiente tras la huida secreta. Ahora el alma sabe con certeza cuál es el camino que debe seguir, de modo que no existe distracción posible, lo cual se expresa en la hipérbole: «en el corazón ardía».
            Hemos hablado del alma entendida como el personaje femenino que huye de casa aprovechando la nocturnidad; sin embargo, hasta el momento, no ha aparecido mención alguna. El poeta pretende presentarnos las circunstancias que aprovecharía la amada para el encuentro con su amado. En cuanto a este, tampoco ha tenido presencia en los versos anteriores, es más, en la lira cuarta, se insiste en la imprecisión. Leemos: «quien yo bien me sabía».
            De nuevo subrayamos el uso de la hipérbole: «más cierto que la luz del mediodía». La intención del poeta es la de otorgar a esa luz provocada por la presencia divina una intensidad superlativa, obviamente, por encima de la del Sol, como también veremos en la quinta lira.
            Parece que los versos toman impulso a partir del verso veintiuno. Tres exclamaciones retóricas conforman esta estrofa, reforzadas por la anáfora «¡Oh noche» en los tres primeros versos, así como el quiasmo para los dos últimos. Se trata de una estrofa en la que se inicia la unión mística. En esta quinta lira se cita a los amantes, sin embargo, tanto es válido para un encuentro amoroso propio del amor humano, como del amor divino, si seguimos una lectura religiosa.
            Decíamos que la exclamación nos conduce hacia lo inefable, hacia aquello que no se concreta en las palabras. Es el gemido o el grito el que aporta el elemento no presente en la palabra, es la forma de la expresión y no el limitado significado del término.
            Aquí, el personaje femenino que nos habla nos cuenta que se ofreció a su amante. Y lo hace a través de la hipérbole del primer verso: «En mi pecho florido», que aporta elementos sensuales propios de la relación amorosa que, como cualquier joven, reservaba para tal alto encuentro. No pasemos por alto la alusión bíblica de «cedros», pues fue con madera de cedros del Líbano con la que se construyó el templo de Jerusalén. Tal alusión otorga al encuentro un carácter sagrado.          
            En cuanto al uso del polisíndeton «y», podemos decir que es un intento, por parte del poeta, de añadir elementos que expliquen los prodigios del encuentro.
            En cuanto a la séptima lira, nos encontramos con una hipérbole: «El aire de la almena (…) en mi cuello hería». Es el aire, metáfora del amante y del Esposo, quien participa en las caricias amorosas para que ella quede extasiada «y todos mis sentidos suspendía».
            Sobre la octava estrofa, partiendo de la estructura bimembre del primer verso, asistimos al goce extático de ella, que es quien nos habla. En estos versos observamos la máxima expresión de paz y de armonía. Los amantes se han encontrado y han conocido el amor. Destaca la abundante presencia verbal, como también la derivación: «dejéme/ dejando». Entendemos que ya no existe inquietud ni nada que perturbe el ánimo. El sentir de ella, estando con él (el alma estando con Dios), conoce la máxima expresión del gozo, hecho que nos conduce hasta una situación que podríamos considerar como posunitiva.


 


 Conclusión

El poema de San Juan de la Cruz nos proporciona la doble lectura, si por un lado se habla del Amado y de la Amada y se muestran en su actitud amorosa, entendemos que tras el amor humano se trasluce el amor divino. Recoge la composición las tres vías de la mística que conducen a la más certera expresión de la armonía y del placer, por lo tanto, la estructura del poema es claramente ascendente. Valga la pena incidir en expresiones de raigambre bíblica que complementan el sentido de los versos, sin olvidar alguna reminiscencia de la lírica popular.

















[1] Oculta.


martes, 8 de noviembre de 2016

Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead

Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead, de Ángel Silvelo
Ed/ Playa de Ákaba  ISBN: 9788494550737


No cabe la menor duda, es una buena noticia. Bien pocas son la editoriales que se atreven a publicar teatro, salvo en lo referente a las que publican obras de autores consagrados, casi siempre, cuando se han convertido en lecturas obligatorias en los programas pedagógicos de centros educativos. La buena noticia no es otra que la publicación de un texto teatral, concretamente, de  Ángel Silvelo, Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead. Se trata de la primera pieza teatral que  publica el sello Playa de Ákaba. Recordemos que, en la misma casa, el mismo autor nos dejó la novela, «Tras los pasos de John Keats». Con esta última obra, y completando el círculo, el foco se ha concentrado sobre la amada del poeta inglés, Fanny Brawne. 
          ¿Cómo ha de ser una pieza teatral? Considero que los géneros marcan unas pautas que, en ocasiones, podemos alterar. En la obra de Ángel Silvelo, hablamos de un texto sin trama, consistente en, a través de las voces de los personajes, lograr que afloren facetas humanas que entroncan con los versos de Keats y con las cartas que, tanto el poeta como su amada se escribieron.
            Tres son los personajes fundamentales que ha creado Silvelo: Fanny Brawne, la amada del poeta romántico; John Keats, el poeta; y Joseph Severn, el médico y amigo de este, con el que el poeta convivió en sus últimos días en Roma.
            La obra nos presenta a Fanny, tiempo después de la muerte del poeta, escribiendo una carta a su amado, en la que nos encontramos, además de la honda introspección de la mujer, con quien pretende dejar de ser musa para gritar que es mujer, al tiempo que reafirmar su amor hacia el poeta. En su empeño, las epístolas se convierten en un puente íntimo, como así reconoce de la Belle Dame: «esas cartas son el símbolo de nuestra unión tras tu muerte; una unión sensitiva y simbólica».
        Si el autor me lo permite, diría que este ha creado una ficción relativa, en la que ha pretendido recrear a unos personajes a través de un lenguaje que nos traslada, no al siglo XIX, sino a la ficción romántica del siglo XIX. Los personajes viven su realidad, pero la viven poetizada. Aquí nos topamos con el riesgo de la obra, que, con total seguridad, el autor conocía; pues, en ciertos momentos, la expresión alcanza una intensidad lírica un tanto elevada, que se suple con la ya conocida autoridad de Silvelo para bucear en el universo de los sentimientos.
    Entre lo más destacado del texto, podemos decir que se encuentra la actitud de la amada de Keats, queriéndose emancipar del lugar que algunos biógrafos del poeta le han dedicado. En algunas páginas, la mujer reivindica su existencia plena, pues no solo quiso ser la mera musa del poeta inglés. Nos dice ella: «Por fuera todo era distinto, yo fui tu viuda sin serlo, yo fui tu amante despechada por el destino sin corresponderme, yo fui la novicia despojada de la fe más pura y sublime…, yo me quedé sola, sin nada…». 
      Pero esas palabras no demuestran el desapego respecto a Keats. Añade: «Yo no expulsé sangre por mi boca, pero sangré por dentro manantiales de dolor y de pena. Expié mi culpa y añoré nuestra dicha. Quise ser tuya sin poder serlo».
        La relación entre los dos amantes fue una relación casi adolescente, en la que no se consumó el amor. Si el poeta muere joven, ella, sin morir, queda relegada a un destino, en su medida, cruel. Sin embargo, el consuelo, o la resignación, también se puede encontrar en los versos del amado. Nos dice Fanny: «Buscándote a ti me negué a mí misma, y tanto busqué, que me perdí en una espiritualidad que emanaba de tu poesía».
       El amor y la liberación de una mujer, respecto a la dependencia sentimental de su destino, se alternan en la obra.
      El volumen incluye una oda epílogo del mismo autor, dedicada a John Keats, en la que Silvelo nos vuelve a demostrar, como en el texto teatral, su fervor hacia la relación entre Fanny y el poeta romántico.
       Es «Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead» una lectura recomendada para quienes deseen profundizar en el interior del ser humano, y para quienes quieran sumergirse en el universo del Romanticismo. Felicidades, Ángel.