sábado, 9 de abril de 2016

Mientras llega Sant Jordi




Mientras llega Sant Jordi

Es grato hablar de libros. Poco se habla ya en los cafés, como antaño. Sin embargo, estoy convencido de que cualquier lunes, ya no se hablará de fútbol, se hablará de libros. Un señor, mientras pide una cerveza en un bar, escuchará cómo el camarero le preguntará qué le parece el monólogo interior en la obra de James Joyce; o en la pescadería, mientras nos descabezan las sardinas, el pescadero nos comentará la estructura circular del poema que escribió ayer y que no le ha dejado dormir. El día menos pensado, cualquier taxista dubitará entre entender a don Miguel de Unamuno como literato o como filósofo, justo después de preguntarse por qué la RAE no recoge el verbo dubitar. También veremos que el Día del Libro, festividad de Sant Jordi o San Jorge, los políticos cederán a la literatura los espacios que le arrebataron en las mesas de venta, pues dudo que lo cedan a la fiesta en sí. Comprenderán que sus libros deberían venderse en las campañas electorales, en los mítines o en las miles de horas que les pagamos en la televisión. Sé que algún día, quienes escriban sobre deportistas, o deportistas que escriban sobre sí mismos (me consta que se ha dado el caso), comprenderán que se pueden vender sus libros en los eventos deportivos y no precisamente el 23 de abril. ¿Habrá que recordar que ese día se nos murió Miguel de Cervantes y no un saltador de pértiga? ¿Existe un campeonato del mundo de poesía? ¿Se juega la Champions de novela, de cuento, de teatro, de poesía o de ensayo? Sobre otros, ¿qué se puede decir?, si acaso el oxímoron que se crea entre libro y «famoseo», que por si mismo se anula.
Como es habitual, en este próximo día de Sant Jordi, una vez más, algunos lucharemos contra personajes agigantados en los medios de comunicación. Algunos sabemos que nos quedaremos colgando de la realidad o de las aspas de los molinos de papel. Aun así, aportaré mi granito de arena, no solo comprando algún libro, sino también participando como autor. Como en otras ocasiones, estaré ofreciendo mi pequeña entrega en el puesto que Amnistía Internacional instalará en L'Hospitalet del Llobregat (Rambla Just Oliveras) por la mañana del día 23 de abril, y por la tarde, en el otro puesto que la ONG instalará en el Passeig de Gràcia, 72, de Barcelona.
Este año mi felicidad se deberá a diferentes motivos: seguir firmando mi novela, Tiza, así como el nuevo libro de relatos, Los días lábiles, en el que he podido colaborar con el inefable Club Marina, y, con toda seguridad, que parte de los beneficios los donaré a Amnistía Internacional. 
         Dejadme insistir, la felicidad sería completa si este año, los medios de comunicación no se limitasen a mostrarnos, entre famosete y famosete televisivo, el tópico de «las ciudades se llenaron de rosas y de libros» para cubrir el expediente informativo. Estoy convencidos de que algo más se puede hacer con y por la literatura.

Abrazos de papel.

Parte de este artículo ha sido publicado en la página 16 de la revista El Tot.