sábado, 19 de diciembre de 2015

Mujer puntiaguda con enaguas


                                 Mujer puntiaguda con enaguas
                                  
                                 Si eres campana, ¿dónde está el badajo?;
                                 si pirámide andante, vete a Egito
                                 si peonza al revés, trae sobrescrito; 
                                 si pan de azúcar, en Motril[1] te encajo.
                           
                                 Si chapitel, ¿qué haces acá abajo?
                     Si de diciplinante[2] mal contrito[3
                     eres el cucurucho y el delito,
                     llámente los cipreses arrendajo[4].
                
                     Si eres punzón[5], ¿por qué el estuche dejas?
                     Si cubilete, saca el testimonio[6];
                     si eres coroza[7], encájate en las viejas.

                                 Si büida[8] visión de San Antonio,
                                 llámate doña Embudo con guedejas;
                                 si mujer, da esas faldas al demonio.




                                



[1]Motril tuvo fama en la elaboración del pan de azúcar.
[2] Penitente.
[3]Arrepentido.
[4]Imitación burda.
[5]Llave de honor que llevaban en la cartera derecha de la casaca ciertos empleados de palacio, y de la cual solo se descubría el anillo.
[6]Dado.
[7]Capa de junco o de paja que usan los labradores en Galicia como defensa contra la lluvia, y que suele tener caperuza o capirote. Cono alargado de papel engrudado que como señal afrentosa se ponía en la cabeza de ciertos condenados, y llevaba pintadas figuras alusivas al delito o a su castigo.
[8]RAE. Aguzado, afilado. Acanalado.


Introducción
Nos encontramos ante un soneto de Fco de Quevedo, autor que destaca dentro del movimiento Barroco. Sus obras se han clasificado en diferentes temáticas, concretamente, esta estaría entre las de contenido satírico. Esta composición se publicó en 1648, en El Parnaso español.

Tema

El poeta se mofa de una mujer por su indumentaria.

Estructura externa

La composición que vamos a comentar es un soneto, cuya estructura métrica es la habitual para los cuartetos ABBA, ABBA, y, en este caso, para los tercetos, CDC, DCD. La rima, consonante, y el verso, de arte mayor. Destaca el uso de la diéresis en el verso 12, para la palabra «büida», con lo cual el verso alcanza las once sílabas propias del verso del soneto.

Estructura interna

El poema mantiene la unidad y, por lo tanto, no podemos encontrar partes significativas ni temática ni sintáctica que se desgajen del todo.

Análisis

Resultado de imagen de guardainfanteLa primera estrofa del soneto se compone de cuatro anáforas, recurso que irá repitiéndose a lo largo del poema. En las cuatro ocasiones se repite la conjunción condicional «si». En cada verso se introduce una posibilidad, por parte del poeta, para intentar definir algo que, de momento, no se concreta. Más adelante, sabremos que se trata de las faldas[1] de una mujer y, por extensión, de las múltiples formas que adquiere la mujer con tal indumentaria. Los cuatro versos siguen una estructura paralelística en la que el primer elemento es siempre la subordinada condicional, entendiendo que cada verso mantiene tal estructura, a pesar de los signos de puntuación que aparecen y que no delimitan la oración; luego  la segunda parte del verso y de la citada estructura, se corresponde con la proposición principal. Valga apuntar que en la primera proposición de los tres últimos versos de la estrofa observamos la elipsis verbal, «eres».
Queda claro el carácter burlesco de cada enunciado, es decir, de cada intento por acertar con la forma que la mujer le sugiere al poeta. Por supuesto, se  trata de acumular imágenes grotescas con pretensiones de deshumanizar a la dama de las faldas.
            En el primer verso, está presente la referencia sexual que se encierra en la palabra «badajo». El recurso que emplea el autor es el de la dilogía, tan característico en los textos satíricos de Quevedo. La referencia a Egipto también se encuentra en alguna conocida composición de Quevedo[2], en definitiva, todos los elementos resultan, más o menos, puntiaguados en su parte superior, lo cual nos lleva a imaginarnos las proporciones distorsionadas de la mujer a la que se refiere el mordaz poeta.
            La segunda estrofa del soneto está compuesta por dos oraciones, ambas construidas también con subordinada condicional. De la misma manera que en el primer cuarteto, aquí también el poeta aportará su visión hiperbólica de la mujer a la que se refiere. Lanza las subordinadas condicionales como quien lanza dardos. Es en Quevedo la poesía un arma cortante y así avanzará en cada verso. Empieza la estrofa identificando a la dama con un «chapitel». A la metáfora se suma, en el mismo verso, una interrogación retórica en la que el autor manifiesta irónico extrañamiento. Del segundo al cuarto verso del mismo cuarteto, abarca la segunda oración. En estos versos nos encontramos con tres metáforas que pretenden reducir a la dama, que la alejan del papel que la poesía usual le ha otorgado. En estos el poeta alcanza una de las cumbres del conceptismo. Partiendo del término «diciplinante», nos imaginamos al penitente que en la procesión busca ser absuelto de sus culpas, pero el sintagma «mal contrito» se opone a la retractación, y nos preguntamos, ¿qué es lo que se opone al arrepentimiento? La respuesta la encontraremos en el verso siguiente (v. 7), pues al ser equiparada la dama con el arrepentimiento a través del término «cucurucho», propio del penitente, también se la identifica con la culpa a través de la palabra «delito». El oxímoron nos conduce a comprender que el delito de ella será el hecho de vestir las faldas, objeto del poema, lo  cual provocará que los cipreses, ya personificados, participen de la irreverencia hacia la dama.
            Llegados al primer terceto se acelera el ritmo debido a la esticomitia, pues a cada verso le corresponde una idea que, además, se refuerza en el triple paralelismo sintáctico. Se agrupan las tres propuestas del terceto, casi se comprimen para dar la sensación de acumulación, que se traduce en un resultado de búsqueda en el autor y de, a pesar de ello, no encontrar la verdadera palabra que se ajuste con la realidad.
Resultado de imagen de piramideAquí las metáforas son «punzón», «cubilete» y «coroza». Todas ellas pueden compartir el denominador común en la forma, aun así, no se puede descartar que para «punzón», se deba tener presente una de las acepciones que recoge la RAE. Se dice: «Llave de honor que llevaban en la cartera derecha de la casaca ciertos empleados de palacio, y de la cual solo se descubría el anillo». Si esa llave se guardaba en la «cartera», esta, en el poema, bien podría corresponderse con el «estuche» del verso 9. Ahondando en la misma imagen, la llave, en una posición invertida que dejara el anillo abajo, podría aproximarse a la figura de una mujer vestida con miriñaque.
Tanto el «cubilete» como la «coroza» pueden darnos la forma acampanada de una falda sobre guardainfante,  motivo por el que Quevedo ha decidido incorporarlas en el poema.
Para el segundo terceto el poeta acude a la hagiografía, en concreto a la vida de san Antonio, conocida, entre otros motivos, por la superación de las tentaciones que el diablo le enviaba. Gracias a los versos de los tercetos podemos imaginar que la mujer del poema debía de ser delgada. La idea nos la aproximan los términos «büida» y «doña Embudo». De cualquier modo, la metáfora que aporta en la palabra «Embudo» es suficientemente plástica para despertar a la imaginación más dormida. El resultado es una mujer caricaturizada, con forma de embudo, tentando inútilmente a un impertérrito san Antonio.
Resultado de imagen de coroza
Pero el autor ha querido llevarnos hasta el último verso sin decirnos de qué nos estaba hablando. Una vez llegamos al final del poema, es cuando descubrimos que el poeta nos estaba describiendo a una mujer y su indumentaria. En ese mismo verso, también observamos un cambio en el estilo. Podemos decir que el ingenio anterior queda ahora relevado por un tono coloquial, como si el poeta, ya cansado de buscar las palabras que describieran a la dama, abandona esa fatiga para cerrar el poema y abandonar su esfuerzo con un coloquialismo: «si mujer, da esas faldas al demonio».

Conclusión

Todo el poema se ha construido en una sucesión de oraciones con proposiciones subordinadas condicionales. El autor ha buscado mostrar una imagen femenina de la que mofarse por la vestimenta que utiliza, concretamente, las faldas ampliadas por el guardainfante. El recurso estilístico más utilizado por Quevedo es el de la metáfora. La anáfora también ocupa un lugar destacado e incisivo, tanto en el ritmo como en lo referente, pues a través de esta, se introduce una posibilidad de acertar en este pseudo acertijo que nos propone Quevedo. Todo el conjunto es el resultado propio del conceptismo del Barroco. Las metáforas y las imágenes que se escriben son una muestra de ingenio que el autor presenta para deshumanizar a una mujer vestida de una determinada forma que, por lo visto, desagradaba al poeta. Llegados al último verso nos encontramos con un registro coloquial que muestra el hartazgo de Quevedo, casi una conclusión para poner el cierre a los versos.

Webgrafía



[1] En la época de Quevedo estaba de moda el uso del guardainfantes. RAE: Especie de tontillo redondo, muy hueco, hecho de alambres con cintas, que se ponían las mujeres en la cintura debajo de la basquiña.
[2] Recordemos el soneto A una nariz.

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