domingo, 29 de noviembre de 2015

Ir y quedarse, y con quedar partirse



Lope de Vega (1609)[1]

Soneto LXI

Ir y quedarse, y con quedar partirse,                            
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partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse 
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.


Introducción

Lope de Vega es el autor de esta composición. Aparecerá publicada en Rimas, en 1609. Se trata de unos versos que hablan del amor. Probablemente, sean fruto de la relación que mantuvo con Elena Osorio. En esos momentos, Lope está en la cárcel o, quizá, sufriendo el destierro al que fue sometido, después de ser denunciado por el padre de Elena, Jerónimo Velázquez. De ahí la palabra clave del poema, que aparece hacia el final, «ausencia». Dice Alonso Zamora Vicente:
«Los primeros días de 1588 (Lope de Vega tiene 25 años recién cumplidos) los pasa nuestro escritor en la cárcel. Había sido detenido el 29 de diciembre anterior, en el Corral de la Cruz, durante una representación. Y lo había sido a petición del director de teatro Jerónimo Velázquez, quien le acusaba de ser autor de una serie de libelos en los que se difamaba al propio Velázquez y a sus deudos[2]».



Tema

La nostalgia del ser amado.

Estructura externa

El poema es un soneto, cuya estructura métrica es la habitual, es decir, ABBA, ABBA, para los cuartetos y, en este caso, CDE, CDE, para los tercetos; siempre con rima consonante en todos los endecasílabos.

Estructura interna

Observamos que la división en partes que nos ofrece el soneto no se ajusta a la estructura, en ocasiones común, de cuartetos y tercetos. En este poema la primera parte alcanza hasta el verso 12. Hasta el citado verso se organizaría el sujeto, como si el conjunto se pudiese sintetizar en una expresión cercana a todo eso, y a partir de aquí, nos encontramos con el único verbo conjugado («es»), ya no en forma no personal (infinitivo o gerundio). En este primer apartado el poeta manifiesta un estado emocional complejo a través de diferentes recursos estilísticos. Son una serie de sensaciones que se concretan en las aclaraciones que aparecerán en la segunda parte, es decir, en los dos últimos versos.

Análisis

El soneto presenta en muchos de sus versos elementos opuestos, bien como antítesis, bien como oxímoron o como paradoja. El poeta busca mostrarse como un ser que padece los sinsabores del amor. Es el suyo un estado anímico doloroso, inquieto, perturbado por los vaivenes del amor, por ello, pretende Lope, a través de los elementos opuestos, acercar a los lectores esa confusión que él está viviendo.
            Ya en el primer verso nos topamos con la antítesis «Ir y quedarse», que se refuerza con el oxímoron «con quedar partirse». A partir de ese verso, serán habituales las contradicciones que presente el poeta.
            Como es usual en el Renacimiento, así como en el Barroco, también en estos versos encontramos alguna alusión a la tradición clásica. En este caso se refiere a Ulises amarrado al palo para escuchar sin peligro de lanzarse al mar, a las sirenas.

«oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse» (vv. 3 y 4).

            La idea es aprovechar aquello que nos ofrece la tradición para que el poeta pueda ilustrar su situación conflictiva.
            Junto a los frecuentes recursos en los que observamos la contradicción, otro elemento destacado es el uso del polisíndeton, que encontraremos en diez ocasiones a lo largo del soneto. La intención no es otra que la de mostrar el dolor del poeta como una suma de elementos negativos, ralentizándose cuando se introducen con la «y», con lo cual, el recurso pretende aumentar la intensidad del sufrimiento en el poeta.
            Valga destacar, en el segundo verso, la construcción bimembre, «partir sin alma, y ir con alma ajena». Siguiendo las referencias cristianas, «partir sin alma» sería imposible, con lo cual, nos encontramos ante una hipérbole; pero si, además, como dice la segunda parte del verso, «ir con alma ajena», resultaría otro imposible, es decir, de nuevo, hablaríamos de hipérbole; aunque el verso, en su conjunto, nos está aportando una paradoja, que incide en la susodicha idea de mostrar el dolor del autor de los versos.
            Es considerable y válido para todo el poema la proliferación del verbo en infinitivo. En total son veinte veces. Con el uso que el poeta le da al infinitivo, pretende darle al poema un valor universal. Aunque sabemos que Lope  habla de sí mismo, a través del infinitivo, pretende no limitar el sufrimiento a su experiencia, sino convertirlo en el pesar de cualquier lector. Este uso de la la forma verbal, nos dice que el poeta quiere abrir su realidad y experiencia para que esta sea la propia de todos.
            El segundo cuarteto se abre con el verbo «arder», formando un símil con el segundo elemento de la comparación, que será, «vela». Entendemos que ese verbo muestra un doble sentido. Si por un lado alude al amor como posibilidad de ser vivido, también alude a la idea de agotarse, es decir, de la finitud de la «vela». No se trata de una hoguera ni de una llama, sino de lo mortecino y mínimo, del presente, que implica la  llama menuda de una vela.
            La idea que encierra el verso sexto, «haciendo torres sobre tierna arena», da fe de las pocas esperanzas que mantiene el poeta en su relación amorosa. Se deduce que, por su parte, el amor vive, pero sin esperanzas de futuro, pues construir sobre una base inestable no augura la seguridad de un basamento estable.
            Sobre los versos 7 y 8, valga decir que muestran la contradicción propia del Barroco, que en parte juega con cierto conceptismo propio de la poesía de cancionero. Dice el poeta:

«caer de un cielo, y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse».


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La imagen que percibimos es la de un ser que sufre, que partiendo de la grandeza del ángel, acaba en lo contrario, en un demonio. Para ello, Lope se vale de otra alusión, aquí la alusión es a la Biblia, en clara referencia a Luzbel. Y el cuarteto se cierra en esa idea barroca de asumir el dolor de la no correspondencia amorosa, pero aun así, no cejar en vivir la contradicción, pues dejar de sufrir sería dejar de amar, lo cual se alejaría de la voluntad del poeta.
Llegados al primer terceto, se mantiene el recurso de los elementos encontrados: «hablar» y «mudas»,  «fe» y «paciencia», «temporal» y «eterno». Se trata de tres antítesis que siguen reforzando la idea del vaivén interior del poeta. La primera antítesis nos lleva a situarnos ante un ser abandonado, próximo a la irracionalidad, pues nos está diciendo que habla solo. En el verso décimo trata de desesperanza, de ya no creer en la recuperación de la armonía perdida, y es por ello que pide la paciencia que ha perdido, para avivar la fe. En cuanto a la tercera antítesis, el poeta, sabedor de la brevedad del amor, aun así, no admitiéndolo, persevera y anota el adjetivo «eterno», más como un deseo que como una realidad. Por otro lado, este verso 11 también podría ser interpretado en relación a la subjetividad, es decir, el valorar como eterno, no solo sus deseos en este amor, sino que se refiera al intenso dolor que siente, con lo cual se mostraría una valoración hiperbólica.
            La confusión del poeta también se percibe en la estructura bimembre del verso 12: «creer sospechas y negar verdades». Tanto su estructura como la antítesis del verso nos hablan de un personaje que alimenta su esperanza en lo irreal, pues cree más en lo que no es, que en lo palmario.
Los versos trece y catorce provocan un giro en el poema. Hasta aquí los versos persistían en  mostrar al poeta presa de los conflictos del amor. Esa situación se describía, básicamente, con el contraste que generaban los elementos opuestos; sin embargo, en estos últimos versos, Lope concreta su dolencia por lo que podría parecer consecuencia de la no correspondencia amorosa. Ahora conocemos el origen, que no es otro que la ausencia de ella. Son tres las expresiones que nos presenta Lope: «ausencia», «fuego en el alma» e «infierno». Todo lo doloroso de los elementos que hemos visto diseminados a lo largo de los cuartetos y el primer terceto se recogen, significativamente, en el último término del poema, en «infierno». En el vocablo infierno, pretende el poeta, así como nuestra cultura, reunir dolor, pena y un sinfín de palabras todas ellas de connotaciones negativas; pues se trata del sumun del sufrimiento. A lo largo de la composición, el dolor se ha manifestado en varias ocasiones en términos asociados al fuego: «arder» y «vela», para el verso quinto; «demonio», en el octavo; «fuego» e «infierno» para el último verso. Así, el poema aprovecha la iconografía cultural, concretamente, la religiosa.
Las circunstancias llevan a consecuencias mayores. Sabemos que Lope será desterrado de la corte, con lo cual el alejamiento de Elena es evidente. Podemos decir que en ausencia de ella, el poeta compone estos versos.

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Conclusión

Como es habitual en la obra de Lope, versos y realidad quedan fundidos. La ausencia de la amada lleva al poeta a crear una composición en la que a través de los elementos contrarios nos aproxima su estado. La tensión del poema se mantiene hasta que llegamos al final, donde comprendemos que toda la exposición de los 12 primeros versos preparaban el clímax del poema. El léxico sigue un registro poco elaborado, pero no por ello pobre. El conceptismo barroco arropa la idea del sufrimiento y la de persistir en el tormento amoroso. Ese dolor se ha representado en una serie de recursos que aportan la idea de un alma compleja.

Webgrafía





[1] 1609 es la fecha de la publicación de Rimas. La fecha de composición estaría entre 1587 y 1588.
[2]http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/lope-de-vega---su-vida-y-su-obra-0/html/ff6cd9f4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_27.html

martes, 24 de noviembre de 2015

Suelta mi manso, mayoral extraño



                                                           Lope de Vega

                                                  Soneto CLXXXVIII (1609)[1]

                                               Suelta mi manso[2], mayoral extraño,
                                               Pues otro tienes tú de igual decoro:
                                               Suelta la prenda que en el alma adoro,                     
                                               Perdida por tu bien y por mi daño.                                         

                                               Ponle su esquila de labrado estaño,
                                               Y no le engañen tus collares de oro:
                                               Toma en albricias[3] este blanco toro
                                               Que a las primeras yerbas cumple un año.

                                               Si pides señas, tiene el vellocino[4]
                                               Pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
                                               Como durmiendo en regalado sueño.

                                               Si piensas que no soy su dueño,Alcino[5],
                                               Suelta, y verásle si a mi choza viene;
                                               Que aún tienen sal las manos de su dueño.



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Contextualización
Vida y literatura.
Elena Osorio
Literatura pastoril
Léxico

Introducción

El autor del poema es Lope de Vega (Madrid, 25 de noviembre de 1562-27 de agosto de 1635). El texto aparece publicado en Rimas (1609). Se trata de una composición escrita hacia finales del siglo XVI. Nos encontramos ante una composición de carácter amoroso. Se trata de unos versos que son una alegoría de la vida de Lope. A través de una recreación de la literatura pastoril, el poeta cuenta su experiencia particular.

Tema

La reclamación de la amada, por parte de Lope, al nuevo amante de la mujer.

Estructura externa

La presente composición es un soneto cuya estructura métrica es la habitual, es decir, ABBA, ABBA, para los cuartetos y, en este caso, CDE/ CDE, para los tercetos; siempre con rima consonante en todos los endecasílabos.

Estructura interna

El soneto tiene tres partes. La primera la abarcaría el primer cuarteto. En esta estrofa el poeta exige con un imperativo que el receptor de los versos deje en libertad al «manso», pues parece que le pertenece a quien habla. En la segunda parte, entramos en el segundo cuarteto con otra forma verbal en imperativo, en la misma intención que en el anterior cuarteto. El cambio respecto al primero lo encontraríamos en la propuesta del poeta al «mayoral»: cambiar el manso por un toro, y que al manso le devuelva la esquila, como signo de normalidad. En esta segunda parte, a pesar de los imperativos, observamos que la intensidad, o la exigencia, se ha rebajado. Ya en los tercetos se encuentra la tercera parte: las pruebas de a quién pertenece el manso.
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 Análisis

El soneto cuenta el desencuentro amoroso entre Lope de Vega y Elena Osorio. Como ya habíamos visto en el romance «Mira, Zaide, que te aviso», una vez más el poeta cuenta sus cuitas amorosas en sus versos. En esta ocasión, alegóricamente, se trasluce el hecho de que Elena Osorio ya no está con él, sino con Francisco Perrenot de Granvela, sobrino del cardenal, pero aun así, él intenta recuperarla.
            Todo el poema es un apóstrofe dirigido a Granvela, con quien está Elena en estos momento, y a quien se llama en el poema «mayoral extraño». Si el antagonista se esconde detrás de la alegoría, no menos tenemos para la dama, quien es llamada «manso», es decir, un carnero.
«En nuestros sonetos[6]ese animal es un carnero que por sus hábitos familiares y domésticos se califica de manso. Covarrubias en el Tesoro da una explicación etimológica de la palabra: el manso del lat. Mansus, así se llama amanu porque acepta comer de la misma mano de su dueño».[7]
En los primeros versos, decíamos, destaca la presencia del imperativo: «Suelta», en los versos 1, 3 y, más adelante en el verso 13, constituyendo un anáfora que aporta, no solo insistencia, sino una orden dirigida al mayoral, que se repite. Valga decir que nos encontramos en el primer verso la presencia del poeta, que se mantendrá a lo largo de todo el poema.
Cuando leemos el segundo verso: «Pues otro tienes tú de igual decoro», entendemos que, de la misma manera que Elena está casada, concretamente con Cristóbal Calderón, Granvela también lo estará con otra dama.
La alegoría y la metáfora se funden. Si primero fue  «manso» para referirse a la dama, ahora, en el verso 3 será «prenda», alejándonos de lo sentimental para acercarnos al objeto de cierto valor, con lo cual se deshumaniza la amada que esconde el término.
Acaba el primer cuarteto con una antítesis, próxima a la estructura bimembre, que sintetiza la situación ocasionada por el abandono que sufre el poeta por parte de la mujer. Leemos: «Perdida por tu bien y por mi daño».
            Como sucedía en el primer cuarteto, en el segundo también nos encontramos con los imperativos en los versos impares: «Ponle» (v.5) y «toma», (v.7), a los que podríamos sumar la forma «no le engañen», de subjuntivo con valor de imperativo.
En los dos primeros versos del segundo cuarteto observamos una antítesis que pretende demostrar que el abandono que sufre el poeta se debe a la inferioridad material y social en la que se encuentra, respecto a su oponente. Como si los valores metafóricos utilizados hasta el momento cediesen su espacio al plano real. Dicen los versos:
            «Ponle su esquila de labrado estaño,
            Decíamos arriba que la alegoría lleva al poeta a contar con lo material. No se trata de la deshumanización de Elena Osorio, sino de destacar el léxico mercantilista que está en consonancia con la alegoría del poema. Observamos que la dama se ha convertido en algo mesurable. Si se hablaba de «prenda», si se hablaba de «collares de oro», ahora se ofrece un toro a cambio («blanco toro»).
            El primer terceto tiene un carácter descriptivo. Se trata de la prosopografía del manso. Apreciamos la forma afectiva en la palabra «ojuelos», lo cual llama la atención por ser, tal vez, el único término, más o menos, amoroso en todo el poema.
            Llegados a este punto, hemos observado que en tres ocasiones el autor ha antepuesto el adjetivo al sustantivo; como se ha visto en los versos 5, 7 y 11:«labrado estaño», «blanco toro» y «regalado sueño». Con ello, el poeta trata de resaltar la cualidad de lo representado a través del sustantivo.
Los dos tercetos empiezan de la misma manera, es decir, con la conjunción condicional «Si». En ambos casos la condición que presentan las conjunciones incide en el intento de demostrar la posesión del manso. Es en el segundo cuando por primera vez tenemos conocimiento de a quién se dirige el poeta. Como se trata de una recreación de la literatura pastoril, nada más apropiado que el nombre de «Alcino», de grandes resonancias en la literatura renacentista española. Es el último verso el que aporta, posiblemente, la prueba, no solo que pudiese demostrar que el manso le pertenece al poeta, sino la prueba de la relación directa con el manso. El hecho de que en las manos del poeta todavía haya restos de sal sugiere unos cuidados rayanos a lo afectivo, trasunto de la relación entre el poeta y su amada, así como lo reciente que todavía resulta la pérdida del manso.


                                                                                                          

Conclusión

Mediante un apóstrofe dirigido a Alcino, Lope ha sabido crear una alegoría para mostrarnos su amor hacia una dama que no es otra que Elena Osorio. Detrás de los personajes del poema sabemos que se esconden personas reales, así como una vivencia verdadera. El poeta aprovecha los gustos literarios de la época para situarnos en la estética pastoril, como si, tanto él como Alcino, fuesen pastores que viviesen sus experiencias amorosas en la naturaleza.
El léxico utilizado por el poeta es sencillo y adecuado para los personajes que participan de la historia que se nos cuenta.
Podemos decir que el poema empieza con toda la fuerza del apóstrofe, pero que alcanza su clímax en el último verso, por lo tanto, se trata de un poema de estructura ascendente.


Webgrafía






[1] Fecha de edición de Rimas. Parece ser que fue a partir de 1587 cuando Elena Osorio entabla una relación con Francisco Perrenot Granvela.
[2]Carnero.
[3] Obsequio.
[4] La lana de algunos animales.
[5] Pastor de la Égloga III de Garcilaso de la Vega.
[6] Recordemos que son tres sonetos en los que Lope habla del manso refiriéndose a Elena Osorio.
[7]Teoría de mansos: un triple soneto de Lope de Vega. Mauticio Molho. Universidad de París. Bulletin Hispanique Année, 1991.Volume 93.Numéro, 1,  pp. 135-155.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Mira, Zaide, que te aviso



 Lope de Vega (1614)


                                                                            
«—Mira, Zaide, que te aviso                                            Mucho pueden con las damas
que no pases por mi calle,                                               los galanes de tus partes (6),
no hables con mis mujeres,                                             porque los quieren briosos,  
ni con mis cautivos trates,                                               que hiendan y que desgarren; 40  
no preguntes en qué entiendo 5                                       mas con esto, Zaide amigo,
ni quien viene a visitarme,                                              si algún banquete les hacen 
qué fiestas me dan contento                                            del plato de sus favores
ni qué colores me aplacen;                                              quieren que coman y callen.
basta que son por tu causa                                               Costoso me fue el que heciste; 45
las (1) que en el rostro me salen, 10                                que dichoso fueras, Zaide,
corrida (2) de haber mirado                                             si conservarme supieras  
moro (3) que tan poco sabe.                                             como supiste obligarme. 
Confieso que eres valiente,                                              Mas no bien saliste apenas  
que hiendes (4), rajas y partes,                                        de los jardines de Atarfe, 50
y que has muerto más cristianos 15                                 cuando heciste de la mía              
que tienes gotas de sangre;                                               y de tu desdicha alarde.
que eres gallardo ginete,                                                  A un morillo mal nacido
que danzas, cantas y tañes,                                      he sabido que enseñaste
gentilhombre, bien criado                                                 la trenza de mis cabellos 55  
cuanto puede imaginarse; 20                                   que te puse en el turbante.         
blanco, rubio por extremo,                                                No quiero que me la vuelvas,
señalado entre linajes,                                                       ni que tampoco la guardes,
el gallo de los bravatos,                                                     mas quiero que entiendas, moro,      
la nata de los donaires;                                                      que en mi desgracia la traes. 60                      que pierdo mucho en perderte 25                             También me certificaron
y gano mucho en ganarte,                                                  cómo le desafiaste
y que si nacieras mudo                                                       por las verdades que dijo,
fuera posible adorarte;                                                        que nunca fueran verdades. 
mas por ese inconveniente                                                 De mala gana me río; 65
determino de dejarte, 30                                                     ¡qué donoso disparate!
que eres pródigo de lengua                                                  no guardaste tu secreto
y amargan tus liviandades (5);                                           ¿y quieres que otro lo guarde? 
 habrá menester ponerte                                                      No puedo admitir disculpa,
la que quisiere llevarte                                                        otra vez torno [a] avisarte 70
un alcázar en los pechos 35                                                que ésta será la postrera
y en los labios un alcaide.                                                   que te hable y que me hables—».
                                                                                             Dijo la discreta Zaida    
                                                                                             al gallardo Abencerraje (7),
                                                                                              y al despedirse replica 75
                                                                                             «Quien tal hace, que tal pague».





                                   

                           
Introducción

El autor del poema es Lope de Vega (1562-1635). Como solía, el poeta vierte en verso sus experiencias amorosas. En estos, el fingimiento consiste en recrear una situación propia de los romances moriscos. La traslación a la realidad nos lleva a los amores del poeta y Elena Osorio, quien en otros versos, ella aparece con el nombre, Filis. El poeta se oculta detrás de un personaje. Se finge una escena de ambiente morisco para contar un suceso real[8]. Se entiende que Lope lanzó al vuelo comentarios en los que se aireaba su relación con Elena Osorio, aquí, Zaida, lo cual le llevó a la dama a decir tanto como lo leído en el poema.
            Recordemos que allá por el siglo XVI, la corriente novelesca y romancista que trataba sobre la vida de los moriscos tenía una buena recepción entre el público. La misma historia que nos cuenta Lope será aprovechada por Ginés Pérez de Hita (Mula, Murcia, 1544 - 1619), autor del momento, para recrear las ensoñaciones moriscas. Es más, Pérez de Hita incluye en su obra algunos de los romances de temática morisca que compuso Lope, entre estos, el que vamos a comentar. Ello es prueba de la transcendencia que tuvieron los versos del Fénix de los Ingenios.

Tema

Admonición y ruptura de una relación amorosa.

Estructura externa

Los versos forman un romance con la estructura habitual, es decir, 8-, 8a, 8-, 8a, con la rima asonante en los versos pares, quedando como versos sin rima los impares. Se trata de una tirada que se corresponde con una escena. Destacamos el predominio del carácter narrativo, como todo romance, aquí con el predominio de la intervención de un personaje, así como la presencia del narrador. Tengamos presente, en este ejemplo, que se trata de un romance nuevo; o sea, una composición que sigue la técnica tradicional, pero firmado por un autor.

Estructura interna

Gráficamente observamos tres partes, la primera la ocuparían los versos desde el 1 al 72, y se corresponden con la intervención del personaje, Zaida; a continuación, una parte breve en la que interviene el narrador: versos 73-75; para finalizar con el último verso, en el que de nuevo surge la voz de Zaida (v. 76).
       De cualquier modo, dentro de la primera parte, que es la más extensa, podríamos encontrar subapartados. Desde el primer verso hasta el 12, Zaida envía una serie de admoniciones a Zaide. Del 13 al 24, ella lo describe. Desde el 25 al 60 se alude a lo lenguaraz que él ha sido. Del 61 al 72, debido a la incontinencia verbal de Zaide, se muestran las consecuencias para él.

Análisis

El romance recoge una historia sucedida en Granada durante el reinado musulmán. Zaide, enamorado de Zaida, recibe de esta la trenza de cabellos dorados, como prueba de su amor. Llevado él por su alegría se la enseña a Tarfe, quien no tarda en dar a entender a Zaida que es una mujer de dudosa honradez, lo cual desata en ella la furia que le lleva a decir lo que nos cuenta el romance.
Es característico de la poesía tradicional, en este caso del romance, las repeticiones sintácticas, como el paralelismo, también las anáforas o el polisíndeton. Todos estos recursos también aquí están presentes.
            Prácticamente todo el poema es un apóstrofe de Zaida dirigido a Zaide. Ya el primer verso muestra una firmeza por parte de la dama que nos habla, y tal contundencia se reafirma en el polisíndeton «ni», que se repite en los versos del 3 al 6. Con tal negación, se desgrana todo aquello que ella le prohíbe a Zaide. Pero no termina aquí el uso del polisíndeton en este poema. Hay que decir que toda la composición está salpicada de la conjunción «y», cuya función no es otra que prolongar una extensa lista que recoge todo aquello que Zaida detesta del caballero; obsérvense los versos 15, 25, 26, 27, etc.
            Tal vez el segundo verso aluda al hecho real de que Lope fue obligado por la Justicia a mantener una orden de alejamiento respecto a Elena Osorio. Leemos:
«que no pases por mi calle».
            En el verso 11 se constata que nos habla una mujer. Lo sabemos a través del adjetivo, «corrida». Observamos a una dama herida por la actitud de Zaide, en este caso mediante un hipérbaton que abarcaría los versos desde el 9 al 12. Dice: «basta que son por tu causa/ las[9] que en el rostro me salen,/ corrida[10] de haber mirado/ moro[11] que tan poco sabe.», cuya transcripción y adaptación podría ser: 
Estoy avergonzada por haber mirado al moro que tan poco comprende.

        Desde los versos 13 hasta el 24, asistimos al retrato de Zaide, en el que se combinan tanto elementos físicos (prosopografía) como psicológicos (etopeya). Dentro del retrato aparecen dos metáforas. Por un lado, Zaida llama a Zaide, «el gallo de las bravatas» (v.22), para acentuar el carácter pendenciero del examante, como una más de las notas negativas; y «la nata de los donaires» (v. 23), para contrarrestar, aquí con la nota positiva. Destaquemos que en este verso se recoge una rima interna, pues «bravatas» rima con «nata», con lo que ello aporta para intensificar a través del ritmo los rasgos que se muestran en el dibujo completo. Para acabar de perfilar el retrato, el autor se vale de la anáfora. Así la vemos en los versos 16 al 18. Leemos:


«que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete,
que danzas, cantas y tañes».

            Hablábamos de paralelismo y destacábamos que se trataba de un recurso característico de la poesía popular. En los versos 25 y 26 encontramos buena muestra de ello, intensificado con la rima de las consonantes y una vocal.


«y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte».


            El paralelismo, como sucedía con la rima interna, subraya las palabras del verso, aquí, la situación emocional de Zaida, respecto a Zaide. Con esa finalidad se recoge también la derivación (políptoton) del verso 25: «pierdo» y «perderte».
Más adelante, en los versos desde el 27 al 30, sabremos el motivo de la ruptura de los amantes:

«y que si nacieras mudo
fuera posible adorarte;
y por este inconveniente
determino de dejarte».


            Zaide ha hablado más de lo debido, aireando una relación que a ella no le interesaba que se diera a conocer. En el verso siguiente se repite la idea a través del circunloquio o perífrasis, una forma conceptista, tan propia del Barroco, utilizada para no caer en repeticiones de tipo léxico.
  «que eres pródigo de lengua». 
            Ya en los versos desde el 33 al 36 observamos la presencia de una imagen que recoge dos metáforas:

«y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho 35
y en los labios un alcaide».

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            Entendemos que un alcázar en el pecho para encarcelar el corazón y así Zaide no pueda traicionar a nadie más, y el alcaide en los labios para evitar que desvele más secretos. Recordemos que en el verso 14 aparecía el verbo rajar, como una dilogía, teniendo el sentido de abrir, pero también de hablar demasiado. Con ese mismo significado encontramos el verbo «desgarrar» en el verso 40. La mujer insiste en gran parte del poema en mostrar a su examigo como un personaje largo de lengua, por lo que buscará diferentes formas para no caer en la repetición.
            El poema continúa mostrándonos a un Zaide que no ha sabido guardar el secreto de la relación amorosa, y al tiempo que continúa Zaida su diatriba, ella también va aportando información sobre sí misma. Dice en el verso 48: «como supiste obligarme», con lo cual se aporta otra característica, tanto para ella, como para el seductor.
            Llegados al verso 50, leemos, «jardines de Tarfe». Se refiere a Tarfe[12], amigo de Zaide, aunque en este suceso lo traicionase. Más adelante leemos: «A un morito mal nacido» (v.53), según el texto tradicional se refiere al susodicho Tarfe, a quien Zaide acababa de visitar y de mostrarle la trenza que Zaida le guardó en el turbante. La valoración que realiza la mujer sobre Tarfe se debe a que él, como en el caso de Zaide, también va comentando las relaciones entre ella y el amigo.
            En los versos 57 y 58, nos encontramos con otro paralelismo, para acentuar el ritmo y la gravedad del personaje ofendido. Dice:


«No quiero que me la vuelvas
ni quiero que me la guardes».


            Una paradoja nos llega en los versos 63 y 64. Se trata de cierto juego conceptista: «por las verdades que dijo, / que nunca fueran verdades». Zaida se refiere a que Tarfe dijo como verdad que ella se había ofrecido a Zaide, lo cual, en el siguiente verso queda desmentido por la mujer, así como reforzado más adelante, en el verso 66, cuando refiriéndose a la acusación, dirá ella: «¡qué donoso disparate!».
            Y cerrando la primera intervención de la mujer ofendida, el autor crea este verso con el recurso del políptoton aplicado al verbo hablar: «que me hables y te hable», así como la incidencia de la rima interna.
            Llegados al final del poema, leemos: «Quien tal hace, que tal pague». Se trata de una forma de cierre en la que el autor ha querido describir, una vez más, a la dama como una persona resolutiva. Para ello el poeta se sostiene, en gran medida, en una estructura bimembre, así como, de nuevo, en una rima interna en asonante.

Conclusión

Vida y literatura se dan la mano cuando hablamos de Lope de Vega. Su caso particular queda literaturizado, como si no pudiendo guardárselo entre los secretos, el poeta tiene que lanzarlo al ruedo del papel. Este ejemplo es válido para ilustrar lo que decimos, como también es válido como muestra del quehacer de su época que, como en Góngora o Quevedo, entre otros renuevan el romancero; es decir, partiendo de las formas tradicionales, recrearán historias nuevas.
            Como todo romance, este también sigue la forma narrativa, aun con secuencias dialogadas e incluso líricas. Los recursos destacados son de tipo sintáctico, pero también semántico. La tensión poética, la mantiene la voz segura y contundente de Zaida, que nos conduce al final del poema, que no deja de ser la consecuencia de todo lo dicho por ella anteriormente. Decíamos, contundente, pero, añadimos, sin alcanzar el clímax. Por otro lado, alejándose de las características del romancero viejo, llegamos a un final claro y cerrado, tantoi como la respuesta que dirige Zaide a Zaida en la segunda parte del romance y que no aparece en la presente muestra. En definitiva, queda lejos de los finales truncados en la tradición romancística.


Webgrafía



[1] Se refiere a colores, pues para el color del rostro se utilizaba el femenino.
[2] Avergonzada.
[3] Se refiere a Zaide.
[4] Cortas.
[5] Atrevimientos, libertades.
[6] Los que son como tú.
[7] DRAE: Miembro de una familia del reino musulmán granadino del siglo XV, rival de la de los zegríes.
[9] Se refiere a colores, pues para el color del rostro se utilizaba el femenino.
[10] Avergonzada.
[11] Se refiere a Zaide.
[12] Personaje que en la recreación de Ginés Pérez de Hita, Guerras civiles de Granada, es llamado Audalá Tarfe.